Habrá quien se pregunte por qué escribir un post sobre una compañía como Polaroid, prácticamente desaparecida en la actualidad.
Son varias las razones que me han impulsado a ello. En primer lugar, la mítica empresa americana, icono de la fotografía instantánea, tiene bonitas historias que contar, desgraciadamente sin un final feliz. Tanto es el tirón que la marca y su producto estrella tuvieron durante la segunda mitad del siglo pasado, que en 2008 un grupo de antiguos empleados, capitaneados por dos nostálgicos inversores, retomaron la fabricación de películas instantáneas, bajo el sugerente nombre de The Impossible Project.
Los productos que hoy en día se ofrecen en la web de Polaroid incluyen los que fabrica The Impossible y una serie de dispositivos digitales que han licenciado la marca.
En segundo lugar, el propio título del post. Durante los años dorados de Polaroid, los nuevos productos eran esperados por los consumidores de la misma forma en que lo son hoy en día los de la marca de la manzana. Pero no sólo eso, el hombre que lo hizo posible, el alma de Polaroid: Edwin H. Land tenía muchos puntos en común con Steve Jobs. Considerado como un gran visionario, Land era también un incansable investigador.
Jobs no dudaba en reconocer a Land como uno de sus “héroes”. En una entrevista que mantuvieron ambos hombres en el laboratorio de Land en Cambridge, cara a cara, cada uno a un lado de la mesa, se produjo esta conversación que no tiene desperdicio. Edwin Land estaba hablando de su invención de la fotografía instantánea:
—Yo podía ver cómo sería la cámara Polaroid. Era tan real como si estuviese ahí sobre la mesa, frente a mí, antes incluso de haber construido una sola.
— ¡Sí! —respondió Jobs entusiasmado—. Esa es exactamente la forma en que yo vi el Macintosh.
Ahora, muchos años después, algunos analistas están dándole la vuelta al título del post, convirtiéndolo en: Apple, la Polaroid de nuestros días. Uno de ellos es Christopher Bonanos, autor del libro: “Instant: The Story of Polaroid” aparecido a finales de 2012.
Y en tercer lugar (last but not least) se da la circunstancia de que un servidor trabajó durante 10 años en la filial española de Polaroid. Y ya se sabe que la cabra tira al monte.
Ahora, después de explicar prolijamente las razones, vamos con lo que de verdad importa: La Historia de Polaroid.
Todo empieza en 1927, cuando Edwin, después de haber cursado el primer año de química en la Universidad de Harvard, decide mandarlo todo al carajo y comunica a sus padres que con un año tiene suficiente. Sin darles tiempo a recuperarse del soponcio, abandona la universidad y se traslada a Nueva York para seguir investigando, por su cuenta, en la polarización de la luz. Dos años más tarde, en 1929, registra la patente del primer polarizador sintético. Será, precisamente, la fabricación y comercialización de filtros polarizadores la que dará lugar a la creación de la Polaroid Corporation, en 1937.
Los filtros eran utilizados en gafas de sol y como accesorios para fotografía. El primer pedido importante de polarizadores llega de la Eastman Kodak, pero el despegue de la compañía se produce como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. La aviación y la marina aliadas requieren grandes cantidades de polarizadores para la fabricación de gafas y multitud de sistemas ópticos, así como simuladores para el entrenamiento de servidores de ametralladoras antiaéreas y de los propios aviones. ¿Y qué demonios es esto último? —os preguntaréis—. Bueno pues una película en 3D que les pasaban a los que manejaban una ametralladora y ellos, en lugar de disparar balas, disparaban ráfagas de luz. La de dólares que se ahorraron en munición.
Lamento chafaros a los que pensabais que el cine en 3D se inventó poco antes del estreno de Avatar, con el único fin de cobrar dos pavos más por la entrada. Nada de eso. De hecho, los cristales de las gafitas que hay que ponerse llevan un tipo de filtros polarizadores.
Durante el tiempo que duró la Guerra, Polaroid fue como un tiro (nunca mejor dicho). Cuando los tiros se acabaron, dejaron de hacer falta tantos filtros y aunque Edwin intentó buscarles otras aplicaciones, como ventanas, lámparas y adaptadores para evitar el deslumbramiento en los coches, lo cierto es que, por decirlo de una forma suave, sus iniciativas tuvieron un éxito limitado.
Pero fue algo antes de que la Guerra terminase, durante las navidades de 1943, cuando se produjo un hecho transcendental que vendría a cambiar radicalmente la historia de Polaroid:
(Continuará...)
Hasta pronto.
Edwin Land salió a dar un paseo con su hija Jennifer,
de tres años de edad.
(Continuará...)
Hasta pronto.
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